Durante una reunión en el café Cabaret Voltaire de Zurich, Suiza (1916), un grupo de jóvenes intelectuales, inconformistas, contrarios a la primera guerra mundial decide construir un movimiento artístico y literario completamente revolucionario.
Lo denominaron dadaísmo. Esta palabra proviene del término “dada” que significa en francés “caballito de juguete”. El movimiento se desarrolla en Europa y en los Estados Unidos en la segunda década del sigo XX y defiende la libertad del hombre, la espontaneidad y la destrucción.
Su propósito se opone a los conceptos tradicionales del arte y a una ideología burguesa. El Dadaísmo, a diferencia de otros movimientos de arte de vanguardia, no surge de un deseo de conocer, transformar o mejorar la realidad, sino que se presenta como un movimiento nihilista, como una contestación total de todos los valores, incluido el arte mismo.
Acoge artistas que solo pueden ser considerados en franca rebeldía, y admite formas que hasta cierto punto contradicen los postulados de destrucción que lo guían. El dadaismo es un movimiento nihilista que desconfía del orden y de la razón. Produjo un “antiarte” basado en cosas carentes de sentido, en aras del absurdo humor amargo. Los integrantes del dadaismo innovaron el empleo original de papier collé, que derivó hacia el collage y el fotomontaje.
Para los dadaistas, el uso del collage consistió en la agrupación dinámica de fragmentos de imágenes en la que aparecen por obra del a zar nuevas estructuras, cuyo sentido estético no procede de la suma de los componentes, sino del espíritu de totalidad que se logra con ella. Cada fragmento tiene un valor formal, y un valor de contenido propio, y el collage se transforma en un dinámico y absurdo juego de imágenes fragmentadas que revelan metáforas inesperadas.
Así, el collage se vuelve un método de exploración de la realidad y un procedimientos para expresarla que explica la inmediata influencia que tuvo sobre aquellas formas modernas que requieren un dinamismo más acentuado que la pintura.
Como movimiento, el Dadaismo decayó en la década de 1920 y algunos de sus miembros se convirtieron en figuras destacadas de otros movimientos artísticos modernos, especialmente del surrealismo. A mitad de la década de 1950 volvió a surgir en Nueva York cierto interés por el Dadá entre los compositores, escritores y artistas, que produjeron obras de características similares.