La mezquita es el edificio más significativo de la arquitectura islámica y su función no responde a rituales complejos (como el templo cristiano) sino tan sólo a acoger un espacio para la oración.
Desde aquel año 622, cuando Mahoma y sus discípulos construyeron en Medina un edificio primitivo como oratorio, la arquitectura islámica experimentó una notable evolución, entretejiendo las enseñanzas y experiencias de las tradiciones bizantina.
Sus logros fueron impresionantes y majestuosos: mezquitas, palacios, castillos y ciudades enteras, todo adaptado a las tradiciones locales de cada pueblo conquistado. Estas construcciones con cúpulas resplandecientes, son la expresión de una consciente meditación oriental mezclada con el confort y la discreta alegría de la vida.
Cuando el Islam aumentó las tierras ocupadas, los califas, por razones administrativas, trasladaron su capital desde La Meca a Damasco. Este cambio fue decisivo para la arquitectura, porque la distanció de las construcciones religiosas para despertar un interés mayor por las obras civiles. Así, se fundaron las ciudades de Basora y Kufa (641-642), esta última con la mezquita Amr, la más antigua de la arquitectura islámica.
Durante el período omeya se erigió en Jerusalén uno de los más célebres edificios religiosos, la ejemplar mezquita de Omar (691), también llamada la Cúpula de la Roca, en la que se adoptaban las soluciones que habían aportado los bizantinos para los problemas de sustentación de las cúpulas. Otras construcciones importantes fueron la gran mezquita de Damasco y la de al-Aqsa de Jerusalén.
La parte fundamental de la mezquita la constituye la quibla, que es el muro del perímetro orientado hacia La Meca, donde deben dirigir la oración los fieles. En el centro de la quibla se sitúa el mihrab, un nicho u hornacina que sirve para distinguir el muro de la quibla. En ocasiones también se disponía, a la derecha del mihrab, un mimbar o púlpito desde el que el imán (o cualquier otro tipo de jefe religioso o político) organiza la oración y arenga a los participantes.
Los elementos estructurales fueron diferentes a lo largo de la historia, pero siempre con el predominio de la utilización del arco como elemento sustentante. Las cubiertas, sin embargo, pueden ser planas, de madera a dos aguas, bóvedas o cúpulas.
Una característica común es la ausencia de vanos en los muros perimetrales, lo que consolida el espacio de la mezquita como un espacio interior, indicado para el rezo, cuya única luz procede del patio o de alguna abertura en la cubierta que produce una débil incursión de luz cenital.
El conjunto de la mezquita se completa con una torre llamada alminar o minarete, desde la que se llama cinco veces diarias a la oración de los fieles. El modelo general subsiste hoy día, aunque tan sólo se puede considerar como tipología a efectos de uso, puesto que numerosas iglesias cristianas (como la de Santa Sofía en Constantinopla o Estambul) han pasado a ser mezquitas sin demasiadas transformaciones.
La fe islámica prohibe las representaciones de personas y animales. Para sustituirlas, la arquitectura islámica ha generado a lo largo de su historia una decoración característica, empleando profusamente motivos vegetales (arabescos), geométricos y la propia caligrafía árabe. Los materiales que se han utilizado para decorar los paramentos han sido variados: azulejos, cerámicas, mosaicos, madera tallada, marquetería, mármoles, piedras areniscas, estucos o mármoles con incrustaciones de gemas.